La otra. La que no tenía nombre.
La que ahora tiene hasta doble apellido. La otra. La de los ojos café, la de la
boca que te besa, la del pasado compartido. La otra. La de los infinitos
rostros que nunca fueron el mío. La otra. La que te quiere, la que querés, la
que te tuvo y te vuelve a tener. La otra. La que fue, la que es, la que quizás
no sea. La otra. La que te quita el sueño. La que te aleja de mí. La otra. La
que es ella, la que no soy yo, la que tal vez es cualquiera. La otra. La que no
es otra porque para serlo yo tendría que ser la que amaras más o la que
amaras menos o la que amaras distinto. La otra. La que no es otra porque para
serlo yo tendría que ser a la que ubicaras en el primer lugar en tu lista de
prioridades o a la que engañaras o a la que no quisieras lo suficiente. La
otra. La que no es otra porque yo soy ninguna.
domingo, 30 de noviembre de 2014
martes, 4 de noviembre de 2014
No ser la elegida
No ser la elegida, eso le dolía,
no por una cuestión de amor propio, sino porque la hacía sentir en todo el
cuerpo las marcas de tanta falta de amor. No ser la elegida implicaba para ella
no reflejarse en los ojos de un otro porque no había otro que la mirara, no
sentir los latidos de otro porque no había otro que la abrazara, no confundirse
en la sonrisa de otro porque no había otro que la besara... O tal vez, si lo
había, no era el otro del que ella estaba enamorada, y entonces no le alcanzaba,
no le alcanzaba y le dolía. Y si le dolía era porque tanta falta de amor la
hacía sentir temblores que acompasaban el maldito tic tac del reloj y no la
dejaban dormir. Tanta falta de amor le generaba dificultades para respirar que
impedían que las lágrimas brotaran con naturalidad. Tanta falta de amor le
provocaba un fuerte dolor en el pecho, una puntada que la hacía sentir que se
le estaba resquebrajando el corazón. Tanta falta de amor le anudaba la garganta
ovillando decepciones, palabras retenidas en puestos de control, silencios
obligados a silenciarla. Tanta falta de amor la hacía sentir un peso en la
espalda que cargaba desilusiones, frases hirientes, encuentros no concretados,
llamadas en espera, ilusiones deshilachadas. Tanta falta de amor se traducía en
indiferencia, en desesperación, en una tristeza que ensombrecía su vida, que la
encerraba en sí misma y la volvía invisible otra vez.
No ser la elegida, eso le dolía,
y la iba desgarrando y endureciendo por dentro y por fuera, tornándose toscos
sus sentimientos pero también su mirada, y su postura, y su sonrisa humedecida.
No ser la elegida la hacía sentirse no querida, no deseada, no suficiente. No
ser la elegida la hacía sentirse despreciada, abandonada, poca cosa. Es que no
podía entender lo que pasaba, no entendía qué hacía mal para que nadie la
eligiera y no entendía por qué nadie o ninguno siempre se referían a él. No ser
elegida por él, eso era lo que la destrozaba, y que esa o cualquiera o todas las
que él sí quería nunca la incluyeran. No ser elegida por él y aún así
justificarlo por sus idas y venidas, por su confusa manera de estar sin estar,
por invitarla a jugarse la vida con él y después cambiarle las reglas para
hacerla sentir que perdía, que se perdía, que lo perdía. No ser elegida por él
y creerle, creerle aunque le ofreciera migajas de un sentimiento que no tenía
definición ni razón de ser y que sólo la hacían sentir insignificante y
desamparada. No ser elegida por él y seguir amándolo, amando a quien una mañana
la trataba como una completa desconocida y al día siguiente la despertaba y le endulzaba
el café con frases de amor, o tal vez no, tal vez ella sola lo endulzaba para
que la espera tuviera gusto a él aunque él nunca llegase, aunque la cita jamás
se concretara, aunque el azar no volviera a cruzarlos, aunque él siguiera sin
elegirla y ella muriera de ausencia.
domingo, 26 de octubre de 2014
¿Será?
¿Será que a veces la señal es,
justamente, la falta de señal? ¿O será que no hay señalizaciones que nos digan
cómo actuar? ¿Será que a veces sólo nos queda improvisar? ¿O será que tenemos
que usar lo aprehendido para entrar y salir de libreto? ¿Será que hay guías o
recetas que establezcan cómo debemos vivir? ¿O será que vamos creando nuevos
caminos y reinventándonos con cada experiencia? ¿Será que hay reglas que sólo
se hicieron para ser transgredidas? ¿O será que somos la excepción a la regla?
domingo, 14 de septiembre de 2014
Acorazada
Era como si en lugar de un corazón,
tuviese un puño estrujándole las palabras, los sueños, las lágrimas, haciéndole
añicos las esperanzas, los sentimientos... Tan cerrado, tan oprimiendo que no
podía abrirse, que parecía no poder liberar todo lo que desde su corta
existencia mantenía encarcelado ahí dentro... Dejar ir, soltar, decir, llorar, desanudar,
todo eso le había sido vedado en nombre de una fortaleza que ella no había
pedido, que no quería, que se le había adherido al cuerpo, endureciéndola y no
dejándola salir.
Era como si ese puño la
lastimara, la desgarrara y le impidiera amar. ¡Tanta presión! ¡Tanta prisión! Entonces
otra vez los miedos y el dolor que se madejaban, se mezclaban, se confundían
con esa soledad irreverente que no se iba, que era la única que verdaderamente
no la abandonaba. Y ella que odiaba sentirse así de sola, con esa soledad como
única compañía, con esa soledad como consuelo de quien sabe qué cosa. Y ella
que no quería más de ese tipo de consuelo que la hacía convencerse de que así
estaba bien, que se sufría menos, que vivir anestesiada era la clave para dejar
de sentirse tan vulnerable. Y ella que lo único que deseaba era despertarse de
ese estado de somnolencia.
Era como si por fin ese corazón se
transformara en una mano que lentamente se desperezaba, palma hacia arriba, todavía
temerosa pero dispuesta a entregarse a otro, a darse. A darse aún cuando
doliera, aún cuando el miedo la hiciera temblar, aún cuando el amor la inundara
de incertidumbres más que de certezas, porque de todos modos de qué le habían
servido tantas certezas más que para sumirla en ese profundo hermetismo. A
darse en palabras acalladas que ahora tomaban vuelo y eran gritadas, liberadas,
desenredadas. A darse en abrazos que derramaban lágrimas, que las hacían rodar
por sus mejillas para terminar en su boca, en esa boca que tejió silencios más
que besos, y que ahora besaba y decía.
martes, 19 de agosto de 2014
Mandatos
A ella le enseñaron que la mujer es el sexo
débil.
A él le inculcaron que los hombres no lloran.
Ella quiso escapar pero la retuvo la culpa.
Él quiso rebelarse pero la fuerza de la ley
golpeaba más duro.
Ella aprendió a callar sumisamente aunque
doliera.
Él debió gritar fuerte aunque tuviera miedo.
Ella, a veces, se siente asfixiada por gritos
mudos que se le anudan en la garganta.
Él, a veces, tiene ganas de llorar pero
respira profundo para reprimir las lágrimas.
Ella sueña con que un día hablará y su voz
será escuchada.
Él sueña con que un día se quedará en silencio
y su decisión será respetada.
Ella no duerme deseando ser él.
Él no duerme deseando ser ella.
Ella, en realidad, no quiere ser él.
Él, en realidad, no quiere ser ella.
Ellos, simplemente, quieren poder elegir
quiénes ser…
domingo, 3 de agosto de 2014
JuEgO dE PalAbRaS
El tiempo parecía
burlarse de nosotros y, en sus ansias por rebelarse, nos jugaba una mala pasada
detrás de la otra. Y como si fuéramos víctimas de un reloj cuyas agujas
atrasaran o adelantaran las horas a gusto y piacere, nos andábamos
desencontrando por todos lados, siempre tan a destiempo los dos.
¿Llegamos tarde a
la cita o nos alcanzamos antes de lo previsto?
¿Nos vimos y nos
desconocimos o preferimos no vernos por miedo a conocernos sin máscaras?
¿Nos amamos a primera
vista o nos desamamos en cuarto intermedio?
¿Andamos los
caminos trazados o desandamos los destinos ajenamente escritos?
¿Cruzamos los
límites o descruzamos los dedos?
¿Descreímos de las
señales o nos convertimos en fervorosos creyentes de los finales felices?
Señales. Marcas.
Huellas. Surcos. Rastros. Testimonios.
Finales.
Conclusiones. Remates. Adioses. Desenlaces.
O tal vez…
¿Comienzos? ¿Inicios? ¿Surgimientos? ¿Nacimientos?
Juego de palabras o
palabras que desatan juegos.
lunes, 21 de julio de 2014
Ojalá
Ojalá me llames.
Ojalá me sorprendas y me llames. Ojalá, así me salvo, no de vos sino de tu
imagen, de la terrible y deformada imagen tuya que fui construyendo durante
estas semanas de ausencia.
Ojalá aparezcas.
Ojalá me nombres. Ojalá, así te salvo, no de mí sino del olvido al que te había
desterrado. Y el olvido…
Ojalá me beses
intensamente. Ojalá nos encontremos. Ojalá, así nos salvo, no de nosotros sino
de esta soledad a la que parecíamos condenados.
Ojalá me mires.
Ojalá te vea. Ojalá hables. Ojalá responda. Ojalá me sonrías. Ojalá te
estremezca. Ojalá me sueñes. Ojalá te despierte(s). Ojalá arriesguemos sin
miedo a perder. Ojalá luchemos sin temor a fracasar. Ojalá me quieras. Ojalá te
quiera. Ojalá nos amemos. Ojalá, así no precisamos
motivos para salvarnos.
sábado, 28 de junio de 2014
Puntos Suspensivos
Irrumpo en tu vida.
Dos puntos. Charlamos. Coma. Empezamos a conocernos. Punto. Nos vemos por
primera vez. Punto. Nos vamos descubriendo. Coma. Nos buscamos. Coma. A veces
nos cruzamos. Punto. Por qué nos desencontramos tanto. Signos de interrogación.
Me expongo. Punto. Me siento defraudada. Paréntesis.
Reaparecés. Coma.
Te alejo. Coma. Te veo y me estremezco. Punto. Vas venís voy no venís. Punto.
No logro entenderte. Coma. Y necesito de sobremanera entenderte. Signos de
exclamación. Vacío barra Ausencia barra Dolor barra Insomnio barra Palabras
barra Silencios. Punto y aparte.
Soledad. Punto.
Lejos o cerca reforzás mi soledad. Punto. Presente o ausente reforzás mi
soledad. Punto. Qué buscás. Signos de interrogación. Por qué siento que me
retenés. Signos de interrogación. Ninguna certeza. Puntos suspensivos. Me hacés
dudar de vos de mí de todo. Puntos suspensivos. Y sin embargo. Coma. Sin
embargo no lográs hacerme dudar de nosotros. Puntos suspensivos.
Tengo tanta
necesidad de expulsarte de mi vida. Punto. Tengo tantos deseos de que te quedes
a mi lado para siempre. Signos de exclamación. Y vos. Puntos suspensivos.
Suspiro profundo
resoplido. Punto. Por qué no hay regla de puntuación capaz de expresar con
precisión, sobre una hoja de papel, el sentido de un suspiro de un resoplo.
Signos de interrogación.
Por qué te elijo si
me hacés sentir tan vulnerable Por qué no terminás de dejarme ir Por qué el
destino nos juega en contra Por qué el azar se encaprichó con nosotros Por qué
siempre a destiempo. Signos de interrogación. Y nosotros. Puntos suspensivos.
Por qué interponés
tanta distancia entre vos y yo Por qué nos condenás con esos
tresmalditospuntos. Signos de interrogación. Por qué (pausa) si son tres puntos
que nos separan que nos dejan en suspenso que me ilusionan que te
descomprometen. Signos de interrogación.
Por qué (pre)siento
que voy a permanecer suspendida en un tiempo de invariable espera supeditada a
tus idas y venidas sujeta a tus indecisiones. Signos de interrogación. Por qué
esta descafeinada y constante costumbre tuya de actuar por omisión que permite
que no te impliques del todo que no me convenzas del todo que no nos
entreguemos del todo que nos culpemos de casi todo. Signos de interrogación. Aquí
yo. Coma. Colmada de preguntas. Punto. Allá vos. Coma. Y tu indiferente
silencio como única respuesta. Puntos suspensivos.
Por qué no un punto
y aparte. Signos de interrogación. Por qué tan empecinado con los puntos
suspensivos Por qué tan dispuesta a ir borrando cada uno de esos puntos hasta llegar
a vos para que puedas verme. Signos de interrogación. Tal vez porque. Dos
puntos. Desde que nos vimos nos llenamos de palabras. Coma. Nos inundamos de
historias. Coma. Resaltamos silencios. Coma. Nos convertimos en un problema
gramatical el uno para la otra. Coma. E hicimos de los puntos suspensivos la
regla de puntuación que nos separa y nos une a la vez. Puntos Suspensivos.
Hasta que alguno de los dos decida ponerle un punto final a esta historia.
Puntos suspensivos…
domingo, 22 de junio de 2014
ContraTiempo
Que pase el tiempo, que no se
detenga, que corra, que se vuelva arena y se nos escurra de entre los dedos.
Que vuele el tiempo, ligero, tan ligero que despeine con sólo rozarnos. Que
acelere las agujas del reloj, que no vaya en cámara lenta, que no nos clave el
freno de mano. Que no hiera, el tiempo, que no duela, que no deje marcas, que
borre cicatrices. Que no nos moleste, que no sea tan cargoso, que no nos
impaciente su presencia, que no nos desespere su falta.
Que sea finito el tiempo, que
corra peligro de extinción, que se agote, que al amanecer ya no suenen despertadores.
Que se termine el tiempo, que se evapore, que seamos testigos de su ocaso. Que
no nos controle, que no nos mida la vida, que no se nos convierta en excusa,
que no se acomode en la punta de la lengua cuando busquemos culpables.
Que no exista el tiempo, que hoy
sea mañana, o que hoy ya no sea. Que lo que haya que saber se revele ya, en
este instante, ahora... o nunca. Que no haya tiempo. O que si hay tiempo ya no nos
corra, que no nos persiga, que no nos hostigue, ¡que nos deje en paz! Que el
tiempo sea un soplido fuerte que arranque las hojas del calendario, que degüelle
los días, que no detenga las horas, que sea otoño, o casi invierno, que cuando
abramos los ojos ya sea primavera.
Que no nos presione, el tiempo,
que nos deje ser libres, que nos deje solos, que se marche silbando bajito. O
que no silbe, que sólo se vaya, que se haga viento, tempestad, rocío o calma.
Que vuele el tiempo, que acelere el ritmo, que pierda el derecho de marcarnos
el paso. Que desaparezca, que nos deje, que nos abandone y se lleve su rutina. Que
se suicide, el tiempo, que termine su vida acompasada, que se despida, o mejor
no, que no diga adiós y se vaya. Que se muera lento, que se muera rápido, que
se muera pronto así no nos mata.
miércoles, 18 de junio de 2014
La última gota
Perder la cabeza en una copa de
vino, y desear perderte en medio de una borrachera, y por fin encontrarme, y
ser sin vos, y ser en tu definitiva ausencia. Volver púrpura tu mirada, y
ansiar olvidarla olvidarte olvidarnos, y ser después de vos, y ser a pesar de
vos, y ser a tu pesar. Abandonarte en el fondo de la copa, y ahogarte en cada
siguiente trago, y terminar con esta historia con vos con la que fui, y ser
otra, y ser la misma, y ser quien quiera. Multiplicar el vino, ir bebiéndote de
a poco, saborear lo vivido lo deseado lo sufrido, y ser la que te amó, y ser la
que te olvida y ser la que te vuelve pasado en la última gota.
domingo, 15 de junio de 2014
Ella, la lluvia
Agosto. Miércoles por la tarde. Primer
encuentro cara a cara. El cielo amenazándonos. Probabilidad de chaparrones.
Café. Charla. La posibilidad concretizada de conocer tu voz, tus sonrisas, tus
gestos, tus pasiones. Nerviosismo. Miradas que se cruzan y descruzan por miedo
a vernos tal cual somos. Despedida. Caminar sola por las calles rememorando
cada detalle de lo vivido. Preguntas silenciosas, sensaciones extrañas, dudas,
respuestas confusas. Tu cara. Tus ojos. Tu boca. Mi sonrisa inevitable.
Noche. Lluvia incesante. Hablamos. Me
tranquiliza que me hables. Me gusta tu impaciencia si demoro en responderte.
Conversamos sobre la lluvia, cómplice nuestra porque atrasó su llegada para que
el encuentro fuera posible. Me contás que a tu regreso la tuviste frente a
frente. ¿Se habrá vengado celosamente por la energía que generamos al vernos y
por eso se te presentó furiosa e implacable? Me causa gracia pensar así. Tal
vez me rio porque no imagino que después de ese día, ella, la lluvia, sería protagonista
de cada encuentro / desencuentro nuestro. Cómplice. Testigo. Tercera en
discordia. Fue así que todo cuanto nos sucedió a partir de esa tarde de agosto,
ocurrió bajo la lluvia… La cita que no fue. El beso que se demora. La prolongación
de la espera. Culpable, dos puntos, la lluvia. ¿La lluvia? Llegué a pensar que,
en realidad, éramos nosotros los verdaderos y únicos culpables y que ella sólo
hacía el trabajo sucio. Te lo dije. Te reíste de mi ocurrencia. Me esperanzó tu
risa. Pero cuando la lluvia nos cedió el paso, vos tomaste el camino que te
alejaba de mí. Y entonces la lluvia fue mi leal compañera, porque los días se
me cubrieron de nubarrones. Tu ausencia. Tus desplantes. Tu modo de aparecer en
mi vida y después irte. Mi dolor. Mi enojo. Mi desilusión. Mi forma de huir
cuando te acercabas. La incertidumbre. La desidia. El silencio. Y el olvido que
se nos resistía.
Pasó el tiempo. Tic – Tac. Segundos que
se hicieron minutos. Tic – Tac. Minutos que se convirtieron en horas. Tic – Tac.
Horas que se transformaron en días. Tic – Tac. Las agujas del reloj que siguen
su curso así como si nada. Tic – Tac. Te extraño. Tic – Tac. Te pienso con otra
a tu lado. Tic – Tac. Se me desgarra el alma. Tic – Tac. Y otra vez la lluvia…
Arranco una a una las hojas del
calendario. Intento arrancar uno a uno los recuerdos que te nombran. Intento
arrancarte de mí. No sé por qué te espero, pero te espero. No sé qué espero,
pero espero. No sé qué quiero, pero te quiero. Hablamos. Estás solo. Yo estoy
furiosa y te lo hago saber. A mi modo, te demuestro mi enojo, porque la herida
que provocaste sigue abierta. Quedamos en vernos. Sábado por la tarde. La
lluvia no aparece. Y nosotros, tan desencontrados, siempre tan a destiempo. Cruzamos
un par de palabras, algunas miradas y nos despedimos. Maldigo en silencio
haberte conocido. Y la lluvia que no aparece.
¿Te odio? No, no te odio. ¿Te busco? Sí,
desesperadamente te busco. ¿Llueve? Sólo llovizna, pero es de esas lloviznas que
apenas mojan, apenas molestan, apenas inspiran… Vos y yo a-penas, confundidos
a-penas, asustados a-penas, enamorados a-penas. Muertos de pena. A duras penas.
¿Te necesito? No, definitivamente no es
necesidad. ¿Te deseo? Sí, claro que te deseo. ¿Llueve? Torrencialmente. Y no
hay paraguas. Y nada nos cubre. Tengo miedo de estar tan expuesta bajo esta
tormenta. Tengo miedo, pero igual voy a buscarte. Casi nos encontramos. Casi nos
cruzamos. Todo es tan borroso mientras llueve…
¿Te quiero? Sí, definitivamente te
quiero. ¿Me arriesgo? Sí, corro el riesgo y juro que esta vez no te dejo ir. Nos
vemos. Por fin estamos frente a frente. Solo los dos. Solos los dos. Nos
abrazamos. Nos besamos. Nos reconocemos. Afuera ya no llueve…
domingo, 8 de junio de 2014
Dejarnos ir
Esa noche, mientras hablaban, comprendió
que él la había perdido por cansancio: ya no le bastaban sus excusas frente a
las recurrentes llegadas tarde o a las faltas sin aviso, ya no le servía
irrumpir en su vida y que él no lo notara, ya no soportaba mendigarle atención,
ya no quería seguir analizando sus olvidos frecuentes, ya no tenía ganas de
excusarlo por todo, ya no deseaba seguir sintiendo ese gusto a poco en la boca
cada vez que él se iba sin despedirse. Entonces, cuando sus palabras dejaron de
retumbar dentro suyo, cuando su indiferencia transmutó en un mal sueño de esos
de los que, por fortuna, una despierta tarde o temprano, se sintió aliviada...
la alivió saber que sólo él perdía, que era él quien se quedaba sin un futuro
juntos, que era él quien añoraría su presencia, que era él quien se iba a
lamentar por no tenerla más en su vida. Sólo él perdía, ella no. Ella no tenía
nada que perder, porque aún cuando sintió que se le anudaba el estómago, esa
noche, mientras hablaban, comprendió que no podía perder nada que no hubiera
tenido antes.
- Dejarme ir, eso debería hacer, despertarme una mañana y tomar la
sabia decisión de alejarme... hacer que ya no duela, que la espera no se
convierta en el centro de mi vida, que su presencia no sea lo único
importante... hacer que se vaya, que deje de ilusionarme con promesas que nunca
llegarán a cumplirse, que renuncie a mentirme en la cara, que deje de usar las
palabras como si no tuvieran valor... prohibirle la entrada, no permitir que
siga yendo y viniendo por mi vida como si fuese el dueño, sacarle la llave,
cambiar la cerradura, impedir que vuelva... no recibirlo a la madrugada, no
dejarlo que deshaga lo andado, no cambiar de opinión ni dejar que me convenza
con sólo decirme "hola". Decirle que se vaya, pedirle que no vuelva,
prohibirle el acceso a mi vida.
Cuando colgó el teléfono, él se
le filtró en todos sus pensamientos: era un constante rememorar lo vivido (¡cuán
poco habían vivido!), un contabilizar el tiempo transcurrido (tantos años
esperando a que él se decidiera, tantos meses de ausencia, tantos días tachados
en el calendario, tantas horas ansiando encontrarlo, tantos minutos aguardando
una respuesta); era imaginarse futuros encuentros (aunque tuviera la certeza de
que los des-encuentros eran los únicos encuentros posibles entre ellos); era
odiarlo con los ojos, con la boca, con las entrañas, era la imposibilidad de
conciliar el sueño por miedo a cerrar los ojos y que allí también la rechazara.
- ¿Por qué insisto? ¿Qué quiero conseguir de él? ¿Por qué lo sigo
buscando si él no quiere que lo encuentre? Esta vez es definitivo: se acabó, no
lo sigo más, me cansé, no quiero más de esto, yo valgo más que esta espera
ilimitada frente a su falta de decisión, yo quiero otra cosa. Me aburrió, me
hartó, me sacó de quicio, me quitó las fuerzas, me dejó sin energías. Si estas
son las reglas, yo abandono el juego. Ya no quiero que siga jugando conmigo.
El sueño por fin la venció y él
se esfumó de sus ojos como solía hacerlo siempre que ella se le acercaba o le
proponía una forma nueva de amar. Él huía, salía corriendo, se hacía el
desentendido, evitaba responderle, se alejaba sin volver la vista atrás, la
despreciaba, la volvía insignificante, le demostraba indiferencia, la hacía
sentir sola. Él se comportaba de un modo arrogante y ella no podía comprender por
qué se le hacía tan difícil, casi imposible, lograr que ese amor se consumara
al menos en sus sueños.
- Nunca voy a conseguir que se enamore de mí, que se estremezca con
sólo escuchar mi voz, que vibre al mínimo roce mío, que se le ilumine la cara
al verme, que se le corte la respiración cuando estemos tan cerca que el beso
se torne inevitable y peligroso. ¿Qué hago mal para que no me quiera? ¿Qué
errores cometí que lo alejaron de mi lado? ¿Por qué me culpo? ¿Acaso algo de lo
que podría haber hecho modificaría el rumbo de nuestras vidas? No me quiere,
nunca me quiso, jamás va a quererme. Fin de la historia. Hora de abrir los ojos.
Esa mañana, al despertar, se
sintió morir. Tomar decisiones, muchas veces, nos hace sentir presos de dolor,
nos hace dudar de lo que sentimos, de lo que queremos, de lo que estamos
dispuestos a soportar. Ella estaba segura de todo lo que lo quería (aunque no
podía definir con exactitud cuánto amor cabía en ese todo). Estaba segura pero
no podía seguir esperando a que él lo notara, porque aunque él lo notara alguna
vez, ella sentía que nunca iba a elegirla. Y ella merecía más que eso, en
realidad, ella quería más que eso... Entonces lo decidió: a partir de esa mañana,
muerta de dolor (viva sin él), iba a olvidarlo.
- Dejar de pensar en él, dejar de buscarlo, no aparecer de improviso en
su vida. Dejar de aguardar su llamado, obligarme a dejar de quererlo. No
esperar nada de él, no hablarle más, soportar el silencio, no insistir para que
me quiera. Dejarlo ahora, antes de que sea demasiado tarde (¡creo que ya es
demasiado tarde!). Dejarlo ahora, entonces, sin más comentarios ni
especificaciones.
Comenzó por pronunciar su nombre
en voz alta, infinidad de veces hasta que perdiera sentido, hasta que no
tuviera significado para ella. Lo nombró a los gritos, entre llantos, a
carcajadas. Lo acompañó con insultos, con preguntas, con certezas. Lo llamó una
y otra vez, y se sintió atormentada: por más que hiciera el intento, ese nombre
no lograba causarle indiferencia. Y entonces sintió rabia, ira, desesperación,
decepción, un dolor en el pecho, una cama vacía, una habitación a oscuras, un
silencio, una imposibilidad de dejar de llorar, un corazón deshecho, un no
poder levantarse y nunca un olvido.
- Nombrarte hasta que dejes de dolerme en todo el cuerpo. Nombrarte
hasta derramar la última lágrima. Nombrarte hasta sacarte por completo de mi
mente. Nombrarte hasta que ya no me importes. Nombrarte hasta que seas sólo un
mal recuerdo. Nombrarte para dejar de pensarte. Nombrarte hasta exorcizarme de
esto que no fuimos, de lo que nunca llegaremos a ser. Nombrarte para no
quererte más o para quererte cada vez menos. Nombrarte una, dos, cien veces.
Nombrarte para ir borrando tu imagen de a poco, para que se vuelva difusa, para
que ya no me cuestione. Nombrarte sin estremecerme. Nombrarte sin que se me
nuble la vista. Nombrarte y que tus letras ya no me nombren.
Prosiguió el proceso hacia el
olvido recorriendo los lugares que le recordaban ese amor inconcluso, porque
creía que eso la ayudaría a disminuir el ritmo de los latidos de ese nombre que
aún retumbaba con tanta fuerza dentro suyo. Comenzó por el Café donde se
encontraron cuando apenas se conocían: se presentó a las cinco de la tarde y se
sentó en la misma mesa, pidió un cappuccino como aquella vez, rememoró los
diálogos, las miradas, las sonrisas, las interrupciones, el miedo a que él no
sintiera lo mismo, pidió la cuenta, pagó ella y se fue sin que nadie le abriera
la puerta para invitarla a salir. Siguió por aquel cine de barrio donde comenzó
a enamorarse de la pasión con la que él soñaba: eligió una película al azar, se
sentó en la primera butaca libre que encontró y esperó que sucediera el milagro
de dejarlo olvidado en medio de esa historia. Por último fue a la estación de
trenes: él ya no la aguardaba de espaldas mirando el andén, pero lo sentía tan
presente, tan ahí con ella que no pudo soportarlo y se largó a llorar
desconsolada, tan desconsolada que pensó que si no se dejaba ir de una buena
vez no sería capaz de correr el riesgo de emprender nuevos viajes. Fue así que
deseosa de confiar en que no por casualidad se encontraba en un lugar de partidas
(¿sería este su punto de partida?), secó sus lágrimas y subió al tren.
- Cada lugar me recuerda a vos y paradójicamente no son tantos los
sitios que te nombran: alguna calle, alguna esquina, algún bar, alguna sala de
cine, alguna estación, algún rincón de tu casa, algún libro en mi biblioteca, alguna
lágrima en mi almohada, algún abrazo en mis sueños, algún pensamiento que me
repetía que vos eras el único lugar donde yo quería estar... Y sin embargo, hay
dos lugares de los que aún no puedo arrancarte: mi cuerpo que no para de
llamarte, mis palabras que sólo hablan de vos. ¿Cuándo llegará el día en que ni
mi cuerpo ni mis palabras te pertenezcan? ¿Cuándo me sentiré libre de tu boca?
¿Cuándo estos sitios prescindirán de nosotros? ¿Cuándo te irás? ¿Cuándo me iré?
¿Cuándo dejarás de dolerme tanto?
domingo, 1 de junio de 2014
Te odio
Te odio.
Visceralmente te odio. Con cada centímetro de mi cuerpo, te odio. No hay lugar
en mi mente que te piense y no te odie. Te odio, con intensidad, con angustia,
con rabia. Y el odio corre por mis venas, y se hace sangre, lágrima, congoja.
Te odio.
Me odio. Me odio
por no lograr que me quieras. Me odio por no poder llamar tu atención. Me odio,
con intensidad, con angustia, con rabia. Me odio porque necesito odiarte pero
no lo consigo. Me odio.
Nos odio. Odio lo
que somos pero más lo que no somos. Odio pensar en vos, llorar por vos. Odio
ilusionarme y desilusionarme sin previo aviso. Odio la frustración que me
provoca no tenerte. Odio esta soledad que refuerza tu ausencia. Odio mi
hermetismo, mi silencio. Odio mi pasado que nos separa. Odio tu presente que no
nos termina de unir. Odio el futuro porque odio esta incertidumbre que me
provocás. Odio que no me ames, que no te haga falta, que no me extrañes, que no
me busques, que no te encuentre. Odio alejarme y que no te acerques. Odio
acercarme y que no me veas. Odio estar pendiente de vos.
Nos odio. Me odio.
Te odio… Pero, ¿por qué si te odio tanto este dolor no se me va? ¿Por qué no te
olvido? ¿Por qué no me resigno? ¿Por qué me miento? ¿Por qué no huyo? ¿Por qué
será que cuando la ira amaina, el odio cesa y yo te vuelvo a amar? Te vuelvo a
amar con intensidad, con angustia, con rabia. Te vuelvo a amar y te odio, me
odio, nos odio por eso.
martes, 20 de mayo de 2014
Y después... ¿qué?
¿Cuánto tiempo es "después"?
¿Cuántas dudas y enojos caben en cada "después" que recibimos?
¿Cuántos pensamientos o conjeturas se filtran en un "después"? ¿Cuántos
encuentros desencontrados incluye el "después"? ¿Cuántas
premoniciones, solicitud de señales, lecturas de horóscopos propios y ajenos se
traducen en un "después"?
"Nos vemos después",
significa que nos vemos... ¿cuándo? ¿a la noche, al día siguiente, en unas
semanas, dentro de un mes, cuando la vida nos vuelva a cruzar? "Después la
seguimos", quiere decir que la seguimos... ¿dónde? ¿en su casa, en la mía,
en un bar, en la calle? "Hablamos después", implica que hablamos...
¿cómo? ¿por chat, por sms, por teléfono, cara a cara? El "después", ¿requiere
un pretexto al estilo "te llamé para...", "necesito verte
porque..." o un día vamos caminando tranquilos por la calle y el "después"
se nos aparece intempestivamente como quien no quiere la cosa y se hace
presente sin previo aviso? El "después", ¿implica una decisión de las
partes, un actuar sobre la realidad o es pura casualidad o giro inesperado del
destino?
¿Qué encarna "después"?,
nos preguntamos. Los diccionarios proclaman: "Posterioridad". Definición
incompleta e inconclusa cuando la espera se vuelve ¿el motor? del "después"...
¿o acaso es el deseo el que lo motoriza y la espera es sólo un efecto
secundario? ¿Algún día lo sabremos a ciencia cierta? ¿Existirá estudioso del
"después" capaz de dar una respuesta que nos deje conformes? ¿Es
comprensible la desesperación de muchos frente a tal desconcierto? ¿Es posible
una teoría que se acerque a-penas a significar el tan nombrado "después"?
Los esfuerzos son incalculables, las hipótesis incomprobables, y lo cierto, tal
vez lo único que me animo a no refutar (por lo menos por ahora), es que hay que
seguir confiando en el "después" por más contradicciones que nos
provoque. En conclusión, creo que la potencia de la palabra "después"
es que siempre implica una promesa, tal vez atemporal, pero una promesa de un
encuentro posible, de una charla futura, de un volver a verse, a escucharse, a
tenerse cerca, a estar juntos. "Después" es la esperanza, cuando no
la certeza, de que existe algo más allá de ese momento concreto y presente,
algo que nos trasciende. "Después" es el quedar al pendiente del
pronunciador de esa palabra, es verdad, pero también es andar por la vida con
un gusto a mañana en la boca, con un signo de pregunta en los labios, con una
imagen futura en la retina. "Después" es proyectar, es soñar con los
ojos abiertos y las alas desplegadas. Y como toda palabra que moviliza, también
es llorar de rabia o de dolor cuando el "después" parece inalcanzable
o se siente lejano. Pero mientras "después" siga siendo promesa y
esperanza, y los seres humanos estemos convencidos de querer vivir de ilusiones
para caminar tras de ellas y respirarlas en cada despertar, seguiremos empecinados
en buscar significados, interpretaciones y señalamientos cuyo contenido iremos
definiendo en cada "después" de los que seremos interlocutores o
meros testigos. Y llegará el día en que nos encontremos en esa búsqueda (o no)
y volvamos a preguntarnos, a cuestionarnos y a repetirnos "y después... ¿qué?"
jueves, 15 de mayo de 2014
Él y Ella
Él, corroído por
los años y la desigualdad, revuelve los escombros de la vida para forjarse un
futuro. Junta cartones, empuja su carro, hace de los desechos y las sobras de
los otros su cena. Y cada día, engaña a la muerte ganándose la vida.
Ella lo acompaña, a
unos centímetros del suelo, a algunos años de su nacimiento. Revuelve la
miseria, intentado callar los gritos de su estómago vacío. Y se siente
“grande”, aunque recién esté aprendiendo a escribir su nombre. Recolecta
cartones y juega a ocultarse dentro de una caja, la convierte en vestido, la
sueña del color que más le gusta, la transforma en pelota y desafía a la vida a
un picadito. Y cada noche, vuelve a ser niña, demorando el paso del tiempo.
miércoles, 7 de mayo de 2014
Fragmento de "En primera persona"
"(...) Hablar, explicar, poner en palabras. Callar, ocultar, hacer silencio. Malditas palabras cuando se nos quedan atragantadas. Malditas palabras que se quedan cortas cuando necesitamos definir lo que nos pasa. Malditas palabras que no pueden ponerle nombre a tanto sufrimiento. Malditas palabras que construyen muros donde debiera haber puentes. Malditas palabras que se ocultan detrás de este maldito silencio que enmudece gritos que debieran ser gritados. Me miraste y me dijiste que harías cualquier cosa por arrancarme ese dolor del lugar donde se me había arraigado. Dijiste que querías hacer que parara de llover adentro mío, "porque esas lágrimas eran gotas de lluvia no llovidas en su momento". Y yo que no podía parar de llover. Y yo que no tenía consuelo. Y yo que repetía que no importaba, que estaba bien, que ya estaba acostumbrada, que ya iba a pasar. Y vos que te enojabas con mi resignación. Y vos que me decías que ibas a dedicarte a hacer que me desagotara y me llorara entera. Y yo que no podía, que si fuera tan fácil, que estaba cansada, que me sentía sola, que te necesitaba. Entre tanto silencio, por fin, estaba pidiendo socorro. Y vos que no estás sola, que ¿no me ves acá a tu lado?, que siempre voy a estar con vos, que te quiero. Entre tanta indiferencia, por fin, me estabas queriendo. -"Dije que te quiero ¿escuchaste? ¡Te-quie-ro!", gritaste. Y yo levanté la mirada y me sentí a salvo cuando te vi. Y vos te acercaste y secaste mis lágrimas con tu boca. Y cada beso que me dabas, me iba aliviando. Entre tanto dolor, por fin, mi corazón empezaba a sanar. Y cada beso que nos dábamos, levantaba barreras, despejaba cielos tormentosos, abría puertas y ventanas, cerraba y curaba heridas ya encarnadas. Entre tanta soledad, por fin, nos estábamos amando (...)"
martes, 29 de abril de 2014
Cara o Cruz
Cara: te busco, te encuentro, te
confieso sin temores lo que siento, te abrazo, te beso, te observo, te regalo
un par de sonrisas, me enredo en tu cuerpo, te ofrezco mis horas, te entrego mi
soledad para que la hagas tuya, prometo inundarte de palabras, te susurro al
oído libertad, te grito a la cara justicia, te obsequio esperanza, te acaricio
el alma, cierro los ojos para verte, te acompaño en esta tormenta, te espero…
Cruz: me quedo callada, te dejo ir, me
dejo escapar, nos niego, me escondo, intento alejarte de mí, me resigno, lloro
de rabia, me encierro, te pierdo, te olvido…
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