La otra. La que no tenía nombre.
La que ahora tiene hasta doble apellido. La otra. La de los ojos café, la de la
boca que te besa, la del pasado compartido. La otra. La de los infinitos
rostros que nunca fueron el mío. La otra. La que te quiere, la que querés, la
que te tuvo y te vuelve a tener. La otra. La que fue, la que es, la que quizás
no sea. La otra. La que te quita el sueño. La que te aleja de mí. La otra. La
que es ella, la que no soy yo, la que tal vez es cualquiera. La otra. La que no
es otra porque para serlo yo tendría que ser la que amaras más o la que
amaras menos o la que amaras distinto. La otra. La que no es otra porque para
serlo yo tendría que ser a la que ubicaras en el primer lugar en tu lista de
prioridades o a la que engañaras o a la que no quisieras lo suficiente. La
otra. La que no es otra porque yo soy ninguna.
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