Él, corroído por
los años y la desigualdad, revuelve los escombros de la vida para forjarse un
futuro. Junta cartones, empuja su carro, hace de los desechos y las sobras de
los otros su cena. Y cada día, engaña a la muerte ganándose la vida.
Ella lo acompaña, a
unos centímetros del suelo, a algunos años de su nacimiento. Revuelve la
miseria, intentado callar los gritos de su estómago vacío. Y se siente
“grande”, aunque recién esté aprendiendo a escribir su nombre. Recolecta
cartones y juega a ocultarse dentro de una caja, la convierte en vestido, la
sueña del color que más le gusta, la transforma en pelota y desafía a la vida a
un picadito. Y cada noche, vuelve a ser niña, demorando el paso del tiempo.
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