Yo te proponía un amor sin
medias, con los pies helados, con tus pies mezclados con los míos para
entibiarlos, para reconocernos, para bajar la guardia y dejar que te quedes,
para bajar a la tierra y decidir quedarte, para demostrarnos que podíamos seguir
siendo libres aún cuando estuviéramos así de enredados.
Vos me ofrecías un amor a medias,
con el quizás como bandera, con el tal vez como excusa o pretexto o causal de
futuros desencuentros, para comprometerte de a ratos, para dejarme ir cada
tanto, para acercarnos sólo cuando algún pensamiento te guiara de nuevo a mí dejándonos
así de confundidos.
Yo elegía tu amor, pero no a cualquier
precio. No lo quería desteñido ni en cómodas cuotas. No me conformaba con que
la excepción en mi vida fuera tu presencia, con que la regla fuera buscarte y
quedarme vacía. No te quería así, no me alcanzabas, no podía sostener esta
mentira que éramos sin ser.
Vos preferías tu libertad,
escogías el deseo que nunca se concretaba y entonces nos mantenía unidos pero
alejados, mitad amándonos mitad dejándonos. Vos no podías quererme, no del
todo, no sin deshojarme, no sin dejarme sola, no sin quedarte fuera de mí, no
sin irte.
No supimos o no quisimos, no nos
encontramos o nos huimos, no dijimos o no pudimos, no nos quedamos o no
estuvimos. No nos quisimos, tal vez. No nos arriesgamos. Los dos perdimos. Los
dos ganamos. Fuimos palabra o silencio profundo. O no fuimos nada. O nos fuimos
solos, sin palabras sin silencios deshechos de nada, descalzos, amputados del otro,
anegados de dolor, muertos de vida.
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