Es un adiós. Un adiós que puedo
pronunciar sin tener frío, que logro decir sin que me tiemble la voz, que
consigo escuchar sin que me duelas. Es un adiós. Un adiós que grito o susurro o
pinto en las paredes para que te enteres, para que me creas, para dejar de
quererte. Es un adiós. Un adiós que recito de memoria porque siento haberlo
repetido infinidad de veces, porque recuerdo haberlo dicho en cada penúltima
despedida. Es un adiós. Un adiós que te dejo, que me alejo, que te obsequio para
que lo guardes o lo tires o te olvide. Es un adiós. Un adiós acallado que hoy
te escupo por primera-enésima vez para liberarnos, para irme, para que no te
quedes. Es un adiós. Un adiós llorado, ultrajado de tanto desdecirme, guardado
por años por temor a perderte, a sentirme sola, a seguir sin tu ausencia. Es un
adiós. Un adiós maduro que nombro, que espero de vuelta para que no me
retengas, para que no me ates, para que no regreses. Es un adiós. Un adiós con
espinas, pero por fin el último, el necesario, el postergado, el definitivo. Es
un adiós. Un adiós con todas las letras, escrito en mi mano, grabado en tu
boca, desalojado de mis entrañas para despedirme, despedirte, despedirnos. Es
un adiós. Un adiós sin peros, sin malos entendidos, sin entrelíneas, sin volver
a saber de vos, sin extrañar lo que no fuimos. Es un adiós. Un adiós, amor, un
adiós sin final feliz y sin puntos suspensivos.
Un adiós maduro, excelente,
ResponderBorrarque nos abre los candados,
las ventanas y las puertas,
donde llega la nueva luz.
Decir adiós es crecer decía Cerati...